
Durante mi intervención en el Encuentro Feminista en Astigarraga, destaqué cómo el proyecto Cuidadoras Empoderadas ha sido un vehículo para devolver el protagonismo a las mujeres cuidadoras, mujeres que, a lo largo de la historia, han sostenido a la sociedad con su labor, a menudo sin recibir el reconocimiento o los recursos adecuados. Los cuidados, como expuse, no son simplemente acciones de soporte o asistencia; son la base sobre la cual todo lo demás se construye. Sin cuidados, no hay sociedad, no hay posibilidad de desarrollo humano ni comunitario.

Empoderamiento y transformación
En el contexto de Cuidadoras Empoderadas, el empoderamiento no solo implica que las mujeres adquieran herramientas para gestionar mejor sus emociones o su entorno, sino también que desarrollen una mayor conciencia sobre el valor intrínseco de los cuidados y la necesidad de luchar por su reconocimiento. Las participantes no solo encontraron una voz propia en este proceso, sino que se convirtieron en agentes de cambio, capaces de exigir una mayor visibilidad y valoración de su trabajo, tanto en el ámbito familiar como en el social y profesional.

Subrayé, además, que el empoderamiento implica un proceso de sanación, tanto individual como colectivo. A lo largo de estos cuatro años, hemos observado cómo la creación de espacios seguros y de apoyo mutuo entre las participantes fue clave para que pudieran compartir sus experiencias, reconocer su propio valor y encontrar en otras mujeres un espejo de sus propias luchas y resiliencia. Estas redes de apoyo no solo son vitales para la recuperación emocional, sino que también crean una base sólida para la transformación social.

El proyecto Cuidadoras Empoderadas se centró en facilitar esta transformación mediante un enfoque interdisciplinario, integrando herramientas psicológicas, sociales y comunitarias para ayudar a las mujeres con grupos de apoyo emocional y capacitación en habilidades para la vida. A través de estas actividades, las participantes pudieron resignificar sus experiencias de maltrato y, de esta forma, crear un nuevo sentido de identidad que ya no estaba limitado por el trauma. Este proceso de reconstrucción fue clave para que pudieran reorientarse hacia el futuro con mayor confianza y autonomía.

La invisibilidad y precarización de los cuidados
Un tema central de mi intervención fue el hecho de que, a pesar de su carácter esencial, los cuidados siguen siendo invisibilizados y precarizados. A nivel global, son las mujeres quienes asumen, en su mayoría, las labores de cuidado, tanto en el ámbito doméstico como en el profesional. Sin embargo, esta labor ha sido históricamente infravalorada. Las cuidadoras, muchas veces, son vistas como meras extensiones de la estructura familiar o social, sin que se reconozca el valor económico y emocional de su trabajo.

En términos económicos, el trabajo de cuidado no remunerado, realizado principalmente por mujeres, Incluso dentro del sector profesional, las trabajadoras del cuidado suelen recibir salarios bajos, trabajar en condiciones precarias y carecer de acceso a beneficios sociales básicos. Esto subraya la desigualdad estructural de género que sigue permeando nuestra sociedad, ya que las mujeres asumen una doble carga: la del cuidado no reconocido en el hogar y la del trabajo infravalorado en el ámbito profesional.

Uno de los objetivos fundamentales de Cuidadoras Empoderadas fue, precisamente, dar visibilidad a esta problemática, no solo a nivel individual, sino también social y político. El proyecto buscó que las mujeres se reconocieran a sí mismas como agentes clave en el sostenimiento de la vida y, al hacerlo, exigieran el reconocimiento y la valoración de los cuidados como un derecho humano y una prioridad política. Esta demanda, planteada desde la experiencia colectiva, no solo invita a la sociedad a repensar su relación con los cuidados, sino que también insta a las instituciones a adoptar políticas públicas que protejan y dignifiquen a las personas que los proporcionan.
Resultados del proyecto y futuro
De cara al futuro, la tarea pendiente es la ampliación de este enfoque hacia una mayor parte de la población. Es fundamental que este tipo de proyectos no se limiten a pequeños grupos, sino que se expandan para alcanzar a más mujeres, especialmente aquellas en situaciones de mayor vulnerabilidad. Además, se hace imprescindible que el reconocimiento de los cuidados como la clave de bóveda de nuestra sociedad sea una prioridad en la agenda política, con la adopción de medidas concretas que protejan, valoren y remuneren de manera justa esta labor esencial.
En conclusión, mi intervención en el Encuentro Feminista en Astigarraga permitió visibilizar no solo la transformación de estas mujeres, sino también la importancia de reconocer el valor de los cuidados en nuestra sociedad.